No sé si te pasa, pero a veces sueño cosas tan claras que cuando me despierto me da rabia que no existan de verdad. Me ha pasado con vestidos, con rincones de casas y, sobre todo, con muebles. Muebles bonitos, especiales, que no están ni en Ikea, ni en tiendas vintage, ni siquiera en Pinterest. Solo están en mi cabeza, con todos sus detalles y sus colores.
Uno de esos sueños fue el de una estantería muy concreta. Pintada de rosa, cómo no. Porque me encanta el rosa, me gusta desde siempre. Pero en el sueño no era de cualquier rosa: era el rosa empolvado que me recuerda a las peonías del jardín de mi abuela. Alta, delgadita, con cuatro baldas bien repartidas y unas puertas de cristal con marco de madera. En un lateral tenía un dibujo precioso, como un tornado de plumas, flores y viento que parecía sacado de una ilustración mágica. No sé por qué soñé con eso. Pero me desperté y pensé que quería que tenerla, quería que existiese de verdad.
Tener ideas raras no es un problema, lo difícil es hacerlas realidad
Desde pequeña me ha gustado imaginar cosas. Cambiar la decoración del cuarto cada poco, hacer composiciones con ramas, flores secas y piedras lisas. Soy esa persona que, cuando entra en una tienda, no ve las cosas como están, sino como podrían llegar a ser. Me paso la vida tuneando objetos. Pero claro, una cosa es pintar una maceta, y otra muy distinta es fabricar una estantería entera desde cero.
Durante un tiempo pensé que me la podría apañar yo misma. Miré tutoriales, vi vídeos de carpintería para principiantes, me leí artículos larguísimos sobre tipos de madera. Me hice incluso una lista con materiales, herramientas, pasos… Pero cuando fui a la tienda de bricolaje y vi lo que costaban las herramientas básicas, lo vi claro: necesitaba ayuda profesional.
Ahí fue cuando empecé a buscar, y descubrí la existencia de algo increíble: hay carpinteros, como los de Start Dreaming, carpintería en Cáceres especializada en muebles a medida, puertas, tarimas y proyectos personalizados, que se encargan de hacerte un mueble totalmente personalizado, tal y como lo tienes en la cabeza. Y eso fue todo un mundo para mí, porque yo no sabía es que existía todo un mundo entero de carpinteros artesanos dispuestos a crear justo eso que tienes en la cabeza.
El día que descubrí a los carpinteros que hacen magia
Un día, por casualidad, encontré una cuenta en Instagram que me cambió la vida. Era de un carpintero joven, de esos que trabajan en talleres pequeños, que muestran todo el proceso desde que una idea llega hasta que el mueble está terminado. Subía fotos de bocetos, vídeos cortos lijando, ajustando herrajes, eligiendo tintes. Me quedé embobada.
Empecé a seguir más cuentas de ese estilo. Algunos eran más rústicos, otros más modernos. Había carpinteras también, con una sensibilidad increíble para los detalles. Y de pronto entendí que no estaba loca. Que sí se pueden encargar muebles únicos. Que sí hay personas que escuchan tu idea y te la construyen. Y que no hace falta tener un castillo ni ser millonaria para tener algo hecho a mano para ti.
Así que escribí a uno de ellos. Le conté mi sueño.
Del sueño al boceto
El carpintero se llamaba Dani, y desde el primer mensaje supe que íbamos a entendernos. Le envié un audio contándole lo que había soñado, le mandé un dibujito cutre que hice en una libreta y le describí hasta el tipo de rosa que quería. Él me respondió con calma, me hizo preguntas prácticas (qué altura tenía mi techo, si quería que se anclase a la pared, cuántos kilos quería que aguantara cada balda) y luego, unos días después, me mandó un boceto digital.
Casi lloro.
Era tal cual lo había imaginado, pero aún mejor. Más proporcionado, más real. Con detalles que yo no había previsto pero que mejoraban la idea. Me propuso usar madera de pino para la estructura y contrachapado para el fondo, así no pesaría demasiado. Y el dibujo lateral lo haría con una técnica de pirograbado que luego podría pintar encima con acrílicos resistentes.
Dije que sí sin pensar. Dani me pasó un presupuesto razonable, con todo desglosado.
Y empezó a trabajar.
La espera vale la pena
Pasaron unas semanas. No muchas, pero las suficientes como para que me subiera la emoción cada vez que recibía una foto del proceso. Ver cómo llegaban los tablones, cómo los cortaba, cómo ensamblaba las piezas. Cómo probaba el tinte hasta dar con ese rosa empolvado perfecto. Fue como ver cómo nacía algo mío, pero desde las manos de otra persona. Una mezcla entre arte y magia.
Un día me envió un vídeo corto: la estantería ya estaba montada. Faltaba pintar el dibujo. Y ahí sí que me derretí. Me dejó elegir entre tres estilos distintos para las plumas, me mandó bocetos, eligió conmigo los colores. Hacía tiempo que no me sentía tan escuchada, tan acompañada en una idea que, a ojos de muchos, era solo un capricho.
El día que llegó el mueble soñado
Cuando Dani me escribió para decirme que ya lo tenía listo, quedamos para que me lo trajera él mismo a casa. No quise que lo mandara por mensajería. Sentía que merecía una entrega en condiciones.
Cuando abrió la furgoneta y lo vi… me quedé muda.
Era aún más bonito de lo que había imaginado. El dibujo era delicado, lleno de vida, con plumas que parecían moverse y flores que parecían salir de un cuento. Las baldas estaban perfectamente niveladas, el color era justo ese rosa que no es infantil, sino poético. Y las puertas de cristal abrían con un clic suave que me hizo sonreír como una niña.
Lo colocamos juntas en mi habitación, al lado de la ventana. Queda perfecta.
Ahora está llena de libros. Y cada vez que la miro, me siento feliz.
¿Por qué confiar en carpinteros artesanos?
A veces pensamos que encargar algo a medida es cosa de ricos, o que va a ser carísimo. Pero no siempre es así. Muchas veces es cuestión de priorizar. ¿Cuántas veces te compras cosas que no te emocionan, solo por tener algo ya? Yo prefiero tener menos cosas, pero que me hagan sentir algo. Y un mueble artesanal, hecho para ti, debería ser una de esas cosas.
Además, estos carpinteros suelen estar abiertos a trabajar con ideas locas. No juzgan, no te hacen sentir rara. Al contrario, les encanta el reto. Y muchos están más cerca de lo que piensas. Algunos tienen talleres en pueblos, otros trabajan desde su garaje, otros tienen pequeños estudios en ciudades. Lo bonito es que hay muchos estilos, muchos enfoques, y puedes encontrar a alguien que conecte contigo.
Y lo mejor es que puedes seguir el proceso, preguntar, aprender, y acabar sintiendo que ese mueble no es solo tuyo porque lo pagaste, sino porque lo pensaste, lo imaginaste y lo acompañaste hasta el final.
Cosas que aprendí con esta experiencia
- Soñar no es perder el tiempo. A veces es el primer paso para cambiar tu realidad.
- Pedir ayuda no te hace menos creativa. Hay personas que pueden dar forma a tus ideas mejor de lo que tú misma podrías.
- Lo hecho a mano tiene alma. Literalmente.
- El rosa no es solo un color bonito. Es un estado de ánimo, una forma de ver el mundo.
- Tener cosas únicas en casa no es cuestión de dinero, sino de intención.
- Encargar algo a medida no da miedo si encuentras a alguien que escuche de verdad.
- Los detalles pequeños son los que convierten un objeto en algo inolvidable.
- El proceso de crear algo contigo es tan valioso como el resultado final.
- Rodearte de belleza también es una forma de cuidarte.
- Cuando algo está hecho para ti, lo notas cada vez que lo miras.
El valor de rodearte de cosas que te representan
No sé tú, pero yo me siento mejor en un espacio que tiene objetos que me recuerdan quién soy, qué me gusta y qué he vivido. Por eso me gusta tanto la madera, las flores secas, los textiles suaves, las cosas que no parecen de catálogo.
Mi estantería rosa me recuerda que tengo derecho a soñar y a hacer realidad esos sueños. Y cada vez que alguien viene a casa y la ve, me pregunta de dónde es.
Y yo, con una sonrisa, digo: “La soñé… y un carpintero la hizo realidad”.
Cuando un mueble no es solo un mueble
Si estás leyendo esto y tienes en la cabeza una idea rara, única, bonita, imposible… te animo a no descartarla. Busca, pregunta, contacta. Hay gente maravillosa ahí fuera, con manos mágicas, que puede ayudarte a hacerla real.
Y cuando la tengas, verás que no es solo un mueble más. Es una pequeña parte de ti en forma de madera, color y forma. Algo que no pasará de moda porque nunca estuvo de moda: nació de ti, y eso lo hace eterno.
Yo tengo el mío. Y ya estoy soñando con el siguiente.
